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Foto del escritorInvestigación Biopsicosocial

Medicina Indígena: cómo curaban nuestros ancestros.

Como todo, la medicina tradicional cuenta con una historia que nos relata cómo es que ha cambiado, evolucionado y los momentos que ha atravesado para convertirse en lo que es hoy en día. Centrándonos en nuestro país, podemos dividir esta historia en tres partes, la medicina prehispánica indígena, la medicina de la colonia y la contemporánea. Hoy hablaremos un poco sobre cómo es que se concebía a la enfermedad, que formas de curación se empleaban y cuáles eran las características de un médico o curandero antes de la conquista. Sin embargo, es importante aclarar que lo que se presentará a continuación ya se encuentra influido por la medicina europea en cuanto a recetas y nombres de algunas enfermedades, sin embargo, las concepciones, las plantas y la forma de representarlas sigue siendo desde la visión indígena.



Causas de la enfermedad


Los antiguos veían atribuían a la enfermedad múltiples causas. Una de ellas era el castigo divino, lo que quiere decir que eran enviadas al hombre por algún dios o servidor divino como castigo por haber quebrantado una prescripción religiosa. Entre ellos encontramos a Tezcatlipoca, quien producía enfermedades contagiosas e incurables como lepra, bubas, la gota, sarna e hidropesía o Tláloc, que provocaba tortícolis, tullimientos, deformaciones de la mano o de un pie, temblores en la cara o en los labios, sin embargo a quienes morían a causa de alguno de estos males, los recompensaba recibiendolos en el Tlalocan, que era donde residía ese dios y era considerado el paraíso.


Tláloc, Dios de la lluvia.

Las enfermedades también estaban relacionadas con los signos calendáricos. Los nahuas tenían dos calendarios, el xiuhmolpilli o calendario civil y el tonalpohualli, que era religioso. En el calendario religioso cada día era presidido por un signo y por una o varias divinidades, estos signos podían ser buenos o malos para el que naciera bajo su influencia. A pesar de que una persona naciera en un día favorable, le podía ir mal en la vida si no se comportaba bien y cuando alguien nacía en un signo malo, se esperaba un día con un signo bueno para darle nombre al niño.


Los hechiceros no solo anunciaban al pueblo alguna enfermedad, también podían enfermar a la gente causándole algún mal en sus facultades mentales o en su cuerpo. Por último, también existían enfermedades debidas a causas naturales. El diagnóstico, la terapéutica y el curandero se apoyaban en remedios naturales, sin mezcla de otros elementos de orden sobrenatural.


Formas de curación


Con respecto al diagnóstico, Hernando Ruiz Alarcón menciona que para saber la causa y remedio de algunas enfermedades acudían a un ticitl (médico). Este, después de un amplio interrogatorio al paciente, se apoyaba de alguna forma para precisar la enfermedad y el tratamiento, como lanzar granos de maíz sobre una superficie plana, la posición en la que caían deducía la causa de la enfermedad y su tratamiento o sobre un recipiente con agua, si se iban al fondo, el paciente sanaría. También medían con la palma de su mano el brazo del enfermo hasta el codo varias veces si coincidían los dedos de la mano medida con los dedos de la mano del ticitl, este predecía la pronta muerte del paciente. Por último el curandero podía ver cuál era la enfermedad y cuál el remedio para curarla mediante la ingesta de alucinógenos tales como los hongos llamados teonanácatl, el peyote o jíkuri, el ololiuhqui, el lirio acuático o nenúfar.


Cuando se trataba de una enfermedad por castigo divino o por haber sido dañados por un hechicero, se recurrían a curaciones psico-religiosas, las que consistían en un factor religioso: rituales, sacrificios ofrendas, etcétera; y un factor psicológico como resultado de las acciones rituales mencionadas.

También existían curaciones mixtas, donde además de elevar oraciones, se indicaba tomar té de una o varias hierbas medicinales o que tomara una parte de algún animal, como “cola de tlacuache”, o tlacuatzin que es usada para atender la dificultad del parto. Este remedio se aplica dándose bebida de dicha cola, hecha polvo, hasta en cantidad de media onza y recitando el siguiente conjuro:


Ea, ya ven acá el negro espiritado,

ven a sacar la criatura

con que ya está fatigada la hija

de los dioses; ven acá tú, diosa

cuato y tú Caxoch.


Por último, encontramos los remedios naturales, que consistían en curar mediante plantas medicinales, animales o piedras, estas curaciones atendían patologías que tenían origen en el organismo humano.


Los médicos


Los médicos nativos eran hombres y mujeres sabias, aquellos y aquellas que son conocedores de su pueblo y se dedicaban a atender la salud de la gente. Tenían conocimientos sobre las propiedades medicinales de plantas, animales y minerales, conocen las enfermedades y cómo se manifiestan.

Por lo general eran llamados ticitl o tepatiani, aunque también se les nombraba según la especialidad a la que se dedicaban. Por ejemplo, el “sangrador”, el “sacador de objetos o cosas que dañan el cuerpo”, el “pulsador”, el que curaba los huesos, etcétera.

En un texto náhuatl, traducido por Miguel León-Portilla, se habla sobre los médicos verdaderos y los falsos:


El médico verdadero

Un sabio, da vida. Conocedor experimental de las cosas, tiene ensayados sus remedios, examina, alivia enfermedades. Da masajes, concierta los huesos, purga a la gente, la hace sentirse bien.


El médico falso

Se burla de la gente, hace su burla, mata a la gente con sus medicinas, provoca indigestión, empeora las enfermedades y a la gente.


Con lo anteriormente mencionado, podemos decir que para poder ser un médico verdadero, debías pasar por un largo aprendizaje, sin embargo, había otras formas de llegar a serlo: predestinación, haber nacido con un defecto físico, haber padecido alguna enfermedad o haber recibido en sueños la orden de dedicarse a curar.

El doctor León-Portilla dice que tenían “un saber basado en el conocimiento y el método” y que “referirse a todos los curanderos nahuas como brujos sería fruto de la más completa ignorancia histórica.”


Referencias

Anazures, M. C. (1981). La medicina tradicional mexicana (1.a ed.). Dirección General de Educación Indígena de la SEP.


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